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sábado, 6 de febrero de 2010

Como barro

 

 Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

Como barro 

Entre la poesía amorosa de Miguel Hernández, que es abundante y buena, hay un poema de marcado estilo gongorino que, con forma de octava real y fondo de pecado y de serpiente, a mí me ha llamado siempre la atención, especialmente por la contundencia de sus dos últimos versos, en los que -más allá de la alusión a determinadas supersticiones-, hay una altísima carga de sexualidad:

En tu angosto silbido está tu quid,
y, cohete, te elevas y te abates;
de la arena, del sol con más quilates,

lógica consecuencia de la vid.
Por mi dicha, a mi madre, con tu ardid,

en humanos hiciste entrar combates.
Dame, aunque se horroricen los gitanos,

veneno activo el más, de los manzanos.

En la última página del universal libro de la lírica, donde está escrita la poesía amorosa de los poetas de todos los tiempos, aparecen estos versos míos que muy escasamente llegan a formar un poema:
 

Fruta del frutero
no la quiero.
Yo la quiero del árbol, apetente,
con engaño mortal de la serpiente.

 

Con las debidas distancias en cuanto a la calidad de los respectivos ejemplares, la carga sexual es aproximadamente la misma. Y eso es justamente lo que a mí me interesa destacar para colgar el soneto que dejo a continuación, de cuya lectura se desprende que, en las relaciones amorosas, el barro es un elemento indispensable.

 COMO BARRO 

 Como barro te quiero, como arcilla,
sin tamiz ni remiendo ni censura;
con la esencia mortal o levadura
con que fue modelada la costilla.

 Te requiero mujer, no mantequilla
ni artificio de libro o de pintura.
Que te abunden en barro la cintura,
la cadera, los pechos, la rodilla.

Porque barro naciste, de semilla
que fue barro anterior en andadura
al barniz, al disfraz, a la cultura.

Y del barro tuviste la mancilla
que yo quiero ensanchar hasta la orilla
de la tierra final, la sepultura.

Del libro El cielo se hizo de amor (1986) 

 Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios 

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