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martes, 4 de octubre de 2011

Evocación de Carlos Llamas

      Carlos Llamas, foto tomada de internet sin ánimo de lucro

Evocación de Carlos Llamas

Queridos amigos:

Estos últimos días he vuelto a sumirme en los otoños esplendorosos de Muelas de los Caballeros e inevitablemente me ha acabado atrapando el recuerdo de Carlos Llamas. Ya hace cuatro años que murió, pero aquella mañana triste del día 4 de octubre del año 2007 me ha quedado grabada en la memoria como una foto hipnótica, descarnada y viva. Si es verdad que nadie muere del todo mientras haya alguien que le recuerde, a Carlos aún le quedan muchísimos años de vida. Yo estoy recordando ahora aquella sonrisa ancha y agradable que siempre llevaba dispuesta bajo la protección de aquellos ojos grandes y de aquel flequillo rebelde y negro.
Querido Carlos, como paisano y como amigo, te mando un fuerte abrazo desde este día de octubre del 2011, en el que los árboles de tu pueblo y el mío se van vistiendo de otoño.

¿Qué somos?

¿Qué somos, sino viento
indomeñable, transitorio
barro o efímera memoria?
¿O somos, además,
                            mareas invisibles
que no registra el tiempo ni el espacio?
¿Vivimos al morir, perdemos
en la muerte la causa de la muerte?
¿Qué seremos, entonces,
en ese almario inane
o luna exceptuada de la
                            gravitación universal?

Del libro Hojas lentas de otoño (1997)


Reproduzco aquí el artículo que le dediqué el día de su muerte.


Carlos Llamas

Nació, hace 52 años, en Muelas de los Caballeros, Zamora, donde iba con regularidad. Era de la pandilla de mi hermana Charo, que es un poco más joven. Porque cuando él nació, en Muelas aún había pandillas, aún había niños. Pero ahora, cuando vuelve por última vez, y ya para quedarse, sólo hay soledad y sólo hay muerte.

Porque Carlos Llamas ha muerto.

A uno se le encoge un poco la piel al pensar en aquella vitalidad morena que él siempre exhibía, aquella voz grave y hermosa, aquella risa dulce y abierta, aquella descarada juventud que, al madurar, tropezó con esta hidra insaciable que le ha mordido por dentro. Por Dios, si yo te veía aún como a un niño. Perdona, Carlos, sé que eras mayor y bien mayor, y que llamabas a las cosas por sus nombres y que plantabas cara al mundo cada día, y que asumías una gran responsabilidad en la sociedad de los hombres y que tenías un puesto y una marca y un bien ganado prestigio, pero yo te sigo teniendo en los ojos como al niño que fuiste, tal vez como al joven que eras en aquellas tardes de agosto en que subíamos andando del río, o en aquellas noches cálidas de verano en las que charlábamos hasta las tantas en la Plaza del Ayuntamiento, junto a las viejas escuelas, junto a la fuente…O en aquellas más cercanas en las que, acodados sobre la barra de la cafetería, hablábamos un poco de todo, de los viejos tiempos, del paisaje, de amores, de política, de literatura, de nuestro querido y admirado poeta zamorano Claudio Rodríguez…

Y aunque suene mucho a tópico, aquí en Villajoyosa, donde recibí la noticia esta mañana, todo me parece mentira. No sé, todo ha sido tan rápido y se ve todo tan lejos…De modo que he llamado a mi hermana, tu amiga, que regresaba del tanatorio en el que ahora te encuentras, y me ha dicho que sí, que has muerto, y que los tuyos, tu padre, tu madre, tu hermano Paco, estaban hechos polvo ¿Cómo no iban a estar después de este mazazo? Y ella, mi hermana, como yo notaba en su voz, también estaba apenada. Pero, claro, es que crecisteis juntos de niños…

Maldita sea, Carlos, nada puedo hacer por ti, sino escribir estas líneas, con las que quisiera transmitirles a los tuyos, tanto familiares como amigos, que tú te vas, pero que tu huella queda en nosotros mientras vivamos, porque tanto tus palabras como tu sonrisa serán ya indestructibles. Escucha, estés donde estés, quiero enviarte un abrazo sereno. Como tú eras. Adiós, amigo.

Descansa en paz.

Mariano Estrada


…Nadie la invita, ella sola
se mete por las grietas insondables
de la fontanería corporal
y, lentamente, va quemando astillas
del poblado almacén de las neuronas.

Y de la piel, que se resiente,
y de la carne, que se humilla,
y de todas aquellas ilusiones
de la ardorosa juventud
que, resignadas, buscan junto al fuego
un tranquilo rincón para dormir”


Fragmento de un poema titulado La inexorable, del libro Gotas de hielo (2011)

Mariano Estrada, Paisajes Literarios

1 comentario:

  1. Yo no le llegué a conocer, pero le recuerdo con mucho cariño, le escuchaba en Hora 25, el maldito tabaco terminó con él, su muerte debería servir para que muchos dejaran el tabaco.

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