Buscar este blog

lunes, 27 de junio de 2011

Arrugas: el optimismo necesario


Escultura de Igor Mitoraj, en el Giardino di Boboli, en Florencia. Tomada de internet sin ánimo de lucro


Arrugas: el optimismo necesario


Desde que publiqué este artículo, el día uno de julio del 2007, mi body ha registrado unas cuantas nuevas arrugas. Pero es el proceso natural, no veo en ello problema ninguno. Lo que sí me ha llamado la atención y me preocupa seriamente es el envejecimiento que ha experimentado la sociedad en su conjunto, porque lo suyo no son arrugas, sino socavones, resquebrajamientos y grietas. Estamos embadurnados por un barro rígido y reseco que necesita una urgente lubricación. Y lo peor de todo es que el único remedio que se nos ha ocurrido hasta ahora es la aplicación de cosméticos, los cuales, naturalmente, no sólo se han mostrado inservibles, sino también contraproducentes. Estamos adocenados y gordos y sebosos, pero no toleramos el único alimento que le devolvería la tersura a nuestro ser, en su dimensión global de persona: un primer plato de renuncia a lo accesorio, un segundo plato de amor, de generosidad y de entrega y un postre de ancha espiritualidad. Todo ello rociado con unas gotas de aroma de jazmín, de miel de abeja, de sal de mar, de poesía… Mientras esto no ocurra, la sociedad seguirá haciéndose vieja, además de desdichada e inmensamente triste.

Un abrazo

Arrugas: el optimismo necesario

Hay dos razones por las que he querido escribir estas líneas que, si bien por un extraño nexo, están relacionadas entre sí. Una es la celebración del 50 aniversario del colegio en el que estudié, lo que me ha hecho ver sin tapujos que el tiempo se ha transformado en arrugas. Y otra es que, buceando en mis viejas fotografías, he encontrado una con Adolfo Domínguez, el modisto que se sacó de la manga esta frase “La arruga es bella”, que no sé si a algunos les sirvió  temporalmente de consuelo.

Pues bien, quiero que se me vean las arrugas, porque cada surco de mi cara es una profundización en las materias de las que está hecha la vida. A cada hendidura le corresponde una elemental carga de tiempo: un instante, un día, un lustro, un suspiro, la duración global de una amistad, de una pasión, de un matrimonio. Hay arrugas que tardan mucho en hacerse. Las de la risa son rápidas y yo no puedo negar que me he reído. Me he reído mucho, pero he tenido también mis días de llanto y de zozobra. Risas, besos, caricias, soledades, lágrimas, tristezas, preocupaciones, quebrantos, agridulzuras… Sufrimiento y felicidad. Cosas que van dejando sus huellas. Unas que te horadan. Otras que te apagan el brillo de los ojos. El resultado está ahí, como un poema que me ha costado escribir 60 años (En realidad 57, porque la foto tiene ya tres, es decir, le faltan muchas arrugas, muchos gozos y sombras, muchos buenos y muchos malos momentos)

Esta cara que veis, con 57 vueltas de tierra, tiene una riqueza mayor que la que tenía con treinta y dos, por referirme a otra foto que dejo como testimonio ¿Lo crees de verdad, Mariano? ¿Y cual es exactamente el atractivo? ¿Se ve a simple vista o hay que descubrirlo con paciencia y voluntad debido a que queda muy oculto? Porque, claro, tú te refieres a la riqueza que ha ganado, pero ¿y la que ha perdido? ¿O es que estás hablando nuevamente de trascendencias, cuerpos que se ven y no se pueden negar contra espíritus que vuelan invisibles por la noche oscura del alma? ¿Es ahí donde nuevamente nos escondemos? Tu cara, Mariano, tiene lo que todo el mundo ve. En cambio, aquella otra que muestras, tuvo el esplendor de la tersura y de la juventud, tuvo la esperanza cierta de los besos, fue imán irresistible para los ojos de las napeas, de las náyades, de las afroditas, de las nereidas, de las penélopes y, especialmente, de las rosas de carne y sus siempre deseados aromas y fragancias ¿Y ahora qué, quién te mira ya con deseo? ¿En qué consiste entonces esa riqueza que representan los surcos de tu frente, los regatones de tu cara, las arrugas pata negra de gallo de tus ojos? ¿Es bella la arruga, o fue solamente un artilugio de Adolfo Domínguez para vender el lino?

Mi querido aguafiestas: bien sabes que conozco las limitaciones que el tiempo impone a los cuerpos. En cuanto a las pérdidas y ganancias,  comprendo y acepto las fugas permanentes de la belleza, acepto la renuncia a su posesión y me conformo con mantener viva la llama, tal vez para transformarla en una nueva belleza. Pero no he renunciado aún a las caricias, ni a las miradas, ni a la admiración, ni a la placidez amorosa, ni al gozo relajado, ni al cariño paciente y sostenido, ni a la capacidad de soñar. Todas las locuras de la juventud y del corazón, que las tuve sin duda, y muchas, van tomando la forma de la serenidad y del sosiego. Y si mis ojos desean a Venus, mi cabeza sabe cómo transformar ese deseo en felicidad sin pasar por la apropiación indebida. Y entonces sigo riendo, aunque lo haga de un modo mucho más apacible. En realidad, la risa no ha faltado nunca de mi cara. Sólo algunas veces, cuando la vida saca sus látigos de piedra y azota duramente mi corazón, un rictus no deseado se me pone delante de la sonrisa, pero no dura cien años porque mi cara no aguanta mucho tiempo largas dosis de seriedad, especialmente si ésta lleva en sus aires la indicación indeseable de la amargura.

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Poemas recreados: http://groups.google.com/group/paisajes-literarios

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

jueves, 23 de junio de 2011

Antiguos miedos

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


Antiguos miedos

Queridos amigos:

En algunos de los textos que he publicado sobre mi abuelo hago referencia a un viejo mueble de roble en el que guardaba sus libros. Era un mueble pequeño y los libros eran realmente muy pocos. Pero qué grandes misterios encerraba. Qué miedos salían de su interior para extenderse por toda la habitación e incluso por todos los rincones de la casa “Mamá, tengo miedo”. Y qué atracción ejercía sobre la mente inmaculada y tremendamente curiosa de un niño de aproximadamente 10 años…

“Sí, su cuarto era el recinto de las almas en pena, la magia que envuelve los misterios de la noche, la caja de las ánimas… Y aquel viejo mueble de rinconera, aquella dependencia mágica donde guardaba sus libros ¡Ay! Las coberturas negras de sus libros, la enlutada encuadernación de tanto misterio…”

Llegó un día, sin embargo, en que yo me decidí a abrir los cajones y las puertas, a la vez que extraía de la cabeza aquel polvo viejo. Los años habían pasado sobre mí y, naturalmente, mis pensamientos se habían racionalizado. Y aunque la curiosidad se mantenía en un grado bien alto, los miedos se habían diluido lo suficiente como para poder saltar las barreras y afrontar los peligros:

“Cruces y demonios, fantasmas y ritos, cabras y corderos. Magia, magia… Comunión con la muerte, conversaciones con las almas de los desaparecidos. Tormentos de la imaginación, persecuciones, cantos y liturgias, engendramientos de invisibles demonios…”

Así que abrí los espacios oscuros y sagrados de aquel pequeño mueble que ejercía sobre mí una atracción tan poderosa y, nada más abrirlos, respiré un gran silencio y una gran calma. Los libros estaban tan arrinconados que me parecieron completamente inofensivos, casi diría que indefensos. ¿Cómo les había atribuido yo unos poderes tan grandes que hasta se habían adueñado de mi espíritu? Supe entonces que el poder no estaba encerrado en aquel precioso mueble de roble ni en las tapas oscuras de aquellos libros temidos ni en las historias que en ellos se pudieran contar, algunas de las cuales giraban en torno a un personaje llamado Gaspar Medianoche. El poder estaba exclusivamente en mi abuelo que, dentro de la realidad en la que todos vivíamos, supo crear un mundo propio y totalmente distinto en el que yo caí como un pequeño insecto en una tela de araña, la cual, sin embargo, no estaba fabricada con segregaciones de seda, sino con una mezcla extraña de devoción, amor y fantasía.

Un abrazo


ANTIGUOS MIEDOS

A mi abuelo,
progenitor de mis miedos

El alma se me agita en los cajones
del viejo aparador de rinconera.
Antiguos miedos y tan larga espera
me encienden el tizón de las pasiones.

Misterios, magias, libros de oraciones,
pavesas vagas de una ardiente cera...
¿Qué busco? No lo sé, la antigua fiera
que siempre me esperaba en los rincones.

Mi mano, saturada de ficciones,
opone la razón a la quimera
y ataca en su terreno a los leones.

Y abiertas en canal las ilusiones
pregunto en el confín de la madera:
¿adónde estáis, espíritus burlones?

Del libro “Trozos de cazuela compartida”

Mariano Estrada, http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com/

sábado, 18 de junio de 2011

La tristeza

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


Ver el PPS de Mar:

http://cid-b9547652472c3167.office.live.com/self.aspx/.Documents/Mar%5E_Tristeza%5E_C.pps


La tristeza

No me dejes aquí,
en esta noche larga,
que ha llenado mis ojos
de oscuridad, de frío, de intemperie.

No me dejes aquí, en esta sombra,
porque mi frente desconoce
los vastos territorios
de la desolación,
en los que sólo intuyo
penas, naufragios y agonías.

No me dejes en esta
aterradora soledad, en esta
brumosa encrucijada de caminos
que son, en realidad, seguras
incursiones en la desesperanza.

Si tú no estás conmigo, si decides
al fin abandonarme,
el horizonte de mi vida
tiene sólo un espacio: la tristeza.

Del libro “Gotas de hielo”

Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com/
Poemas recreados: http://groups.google.com/group/paisajes-literarios

domingo, 12 de junio de 2011

Ruta del Morer: bellezas de la Marina Baixa

Puig Campana desde El Collado. Foto Joan Piera


RUTA DEL MORER: BELLEZAS DE LA MARINA BAIXA

Podía llamarse la ruta de los madroños, ya que este arbusto tiene una presencia constante en todo su recorrido. Claro que, por esta misma razón, podía llamarse también la ruta del enebro (càdec en valenciano), del brezo, de la aliaga... Y sobre todo del pino, cuya presencia no sólo es continua, sino felizmente abundante. Tanto es así que, de no ser por la variedad, se diría que estuviéramos en Soria, con Machado. Por la variedad y por la orografía del paisaje que, en puntos específicos, admite una honrosa comparación con los Pirineos aragoneses. Tal es el caso de la pequeña cordillera de Els Castellets, en cuyo collado se abre una puerta que nos puede introducir en la mitología con sólo soltar dos muescas la imaginación. El dios está delante, si tomamos el Mediterráneo como referencia. Su figura es imponente, majestuosa; su tamaño, descomunal; su posición, envidia de los elegidos; su nombre, Puig Campana, el vigilante del mar, el testigo impertérrito del nacimiento y de la vida, aunque también de la destrucción y de la muerte...

jueves, 9 de junio de 2011

Primavera

Quintanilla, 29-05-2011. Foto JMP


Primavera



La primavera es fuego encendido, carne viva, llama viva, llama de amor viva…


Hace algunos años, acosado por un poderoso brote de añoranza, planifiqué un viaje a Muelas de los Caballeros que pretendía ser una excursión por su fantástica primavera de color, pero entre el deseo y la realidad se interpusieron determinados acontecimientos que truncaron el viaje. Han pasado los años y no he tenido ocasión de contemplarla en su integridad, para lo que hace falta quedarse allí algún tiempo, ya que la primavera tiene sus etapas. Hace dos semanas estuve allí y pude recrearme en una de sus últimas fases, la de los brillantes amarillos de las escobas y los codesos.

En aquella ocasión no pudo ser, pero el deseo quedó recogido en un artículo que dejo hoy aquí:


Primavera


Un asiduo lector de esta columna y, por encima de ello, amigo, me sugiere la posibilidad de componer un canto de primavera. Bien sabe él que para mí, antes que un canto, la primavera es una ardiente necesidad, como tantas otras cosas que, de uno u otro modo, han formado parte de mi felicidad y mi infancia. Si algo se puede comparar a la belleza rotunda de esa primavera recordada -tan real sin embargo-, es la urgente blancura del almendro en este enclave de luz de La Marina, su belleza fugaz y procelosa, su asomo desbocado al infinito azul que, en una fimbria lejana, une al cielo y al mar...

Y esa flor profusa del recuerdo, que nadie ha destronado todavía y voy a oler en mayo, nuevamente, se sitúa en un rincón querido de La Carballeda (Zamora), comarca cuyo hecho diferencial, además de relincho de caballo, es aullido de lobo. Allí hay un viaje pendiente que, con tristeza resignada, quedó atrapado en mis sueños de hace un año y es inspirador de estas líneas, las cuáles, a sugerencia de parte -pero ciertamente con gusto-, ofrezco a mis amables lectores y, de una forma especial, a los que tienen contubernios con la lírica. Son éstas:


Muelas de los Caballeros, 29-05-2011

"En la rabiosa actualidad de mis cuarenta y nueve años cumplidos, uno de mis íntimos deseos, tal vez el mayor, es el de sumirme en el paisaje vigoroso de la niñez, que es de felicidad y de roble. Y no hablo en un sentido literario, que puede estar regido por la ficción y conllevar un afectado apasionamiento, sino en un sentido auténtico de realidad y de vida. Y más concretamente, desde este mayo lírico y azul -que el mar impregna de músicas-, no voy a evocar el invierno o el otoño, la desnudez y la calma, el dolor, el frío, la seroja..., porque hoy, a la distancia de un llanto contenido, mi pensamiento está lejos de la muerte, mi sangre es un río de inocencia, mi compromiso es la vida. Tampoco evoco el verano, que es amor maduro, favorecido y reciente...

En este ahora preciso -reflexivo instante de un tiempo insatisfecho-, necesito la erupción primaveral, con su explosión de júbilo y de yemas; la ternura del árbol y sus lenguas de candor y de virginidad; la abeja encaramada en sus montañas de libación, la miel, su olor premonitorio... Necesito las hierbas de los prados, sus aguas subyacentes, como mares de ensoñación; las faldas de los montes, que vierten arroyuelos de cristal y enternecimiento... Y la flor, la intensa plenitud de una belleza indescriptible, pero múltiple y generalizada, ante la cuál me reclino, largamente, con la humildad del que sabe que es depositario de un gozo".

Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com/
Poemas recreados: http://groups.google.com/group/paisajes-literarios
Muelas de los Caballeros, 29-05-2011. Foto JMP

martes, 7 de junio de 2011

España ahora


Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

España ahora

Desde que hace 15 meses publiqué el soneto que dejo más abajo, España ha ido a peor, a mucho peor ¿Y todo por la crisis, como dice Zapatero? Sí, claro, por la crisis, pero también por el indecente e inadmisible egoísmo de los políticos, empezando por el propio Presidente del Gobierno, que no la reconoció hasta año y medio después de estar instalada, un tiempo en el que se podían haber tomado muchas medidas. Y aparte de la crisis, que es realmente peliaguda, El PSOE es en buena parte responsable de la actual situación, pero también el PP, que lo único que ha hecho es contemplar como su adversario se pudre y, de paso, como se pudre la ya podrida España. E igualmente son responsables el PNV y CIU, que han apoyado y apoyan a un cadáver político, consciente y alevosamente, a cambio de unas cuantas prebendas territoriales.

viernes, 3 de junio de 2011

El intruso

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


El intruso

Mi amigo Pepefran, de Benidorm, a quien tengo en gran estima, ha escrito en algún lugar de este Blog en el que yo he trazado unos rasgos sobre mi abuelo, que éste le parecía un tipo genial. Añade que él no tuvo la suerte de conocer a ninguno de los suyos y que ahora percibe con claridad esa carencia que, al menos en parte, ha podido ser remediada gracias a que su hija sí tiene abuelos maternos. Finalmente me pide que cuente algo más sobre la figura entrañable de este hombre que, teniendo una estatura física pequeña, alcanzó para mí unas proporciones de gigante.
La historia que dejo a continuación está basada en un hecho real que, sin embargo, ocurrió cuando yo tenía diez años. Lo que quiere decir que, aunque la esencia sea cierta, que lo es, los exteriores están rodados con el tomavistas de la memoria puesto sobre el entendimiento de un niño. Un niño que adoraba a sus padres y a su abuelo.

Coda:
Hace un par de meses colgué en este blog un artículo compuesto por fragmentos de un cuento llamado “El abuelo” y un poema titulado “El abuelo, el nieto y el cura”, que tal vez mi amigo Pepefran no haya leído. Dejo aquí el enlace:
http://marianoestradavazquez.blogspot.com/2011/04/el-abuelo-el-nieto-y-el-cura.html

Un abrazo

El intruso

Cierto día –ya lejano en el tiempo, pero no en la memoria-, llegó un desconocido a la casa de mis padres, en la que entró con la excusa de no sé qué raro parentesco. En base a esta premisa, y con un evidente desparpajo, se instaló en la mejor habitación, lo que obligó a algunos cambios en las costumbres de la familia. Que yo recuerde, no rechazó ni uno sólo de los privilegios dimanantes de la buena hospitalidad, que son más de los que pueda parecer. Por él se sacrificaron dos chivos, veinte o treinta pollos y al menos otros tantos conejos. Por no mentar los chorizos, los lomos, los jamones, o aquellos pedazos de tocino que, a decir de mi abuelo, no los saltaba un gitano.

Ya desde el principio, y en concordancia con lo anterior, tuvo un puesto preferencial en la mesa, su plato fue servido con magro y generosidad, su desayuno estuvo siempre a su hora y nunca supo de cierto cuándo le habían hecho la cama.

Ante tantas atenciones, el hombre no sólo se olvidó de marcharse, como resulta comprensible, sino que fue adquiriendo raíz y echando lustre y barriga. Tanto es así que las ropas se le quedaron estrechas y hubo que proveerle de un nuevo vestuario (Da la casualidad de que el pariente, además de presunto, era pobre). Por su parte, y como contraprestación, ni siquiera tuvo el gesto de aclarar aquellos vínculos por los que, presumiblemente, entroncaba con nuestra familia. El día que llegó, aparte de exhumar una proclama genealógica basada en el primer apellido, dijo escuetamente que procedía de Bilbao, ciudad en la que mi abuelo, que vivía con nosotros, había estado de joven, hacía ya muchos años.

Mis padres, que siempre han sido prudentes, callaban, concediendo a aquel señor el beneficio de la duda y dándole a mi abuelo la oportunidad de enderezar aquel tuerto. Pero mi abuelo, supuesto conocedor de la esotérica historia, había hecho de su boca una tumba, lo que no encajaba muy bien con su naturaleza dicharachera.

Mientras tanto, el acomodado ya empezaba a ser un incordio para mis padres, pues no sólo vivía como un rey, sino que, a juzgar por las apariencias, no tenía la intención de cambiar. Para colmo de males, debo decir que jamás se le ocurrió echar una mano en las tareas de la casa, que no eran mancas ni pocas (Téngase presente que mis padres han sido labradores durante toda la vida). Pues no, señor, ni hacía nada ni se esmeraba tampoco en disimulos. Eso sí, se daba largos paseos, dormía cómodas siestas, oía muchas misas, fumaba interminables cigarros y, de remate, a mí me mandaba a menudo a comprar confituras. Naturalmente, a él le importaba bien poco que mermara la alcancía familiar, de la que se proveía; le importaba mucho más que yo cobrara en especies por el camino.

No he sabido jamás la relación que, anteriormente, mi abuelo había tenido con él. Lo que sé es que, durante el tiempo que convivió con nosotros, ésta no fue demasiada. Al contrario, mi abuelo andaba cohibido en su presencia y no perdía ocasión para evitarla en cuanto le era posible. No obstante, un día le vi de nuevo animado; creo recordar que, a la hora de la comida, le llegó a gastar incluso una broma. Por la tarde estuvieron enzarzados en una conversación aparentemente apacible; sin duda fue también importante, pero yo nada oí, por desgracia, para dar aquí testimonio. Es más, probablemente hubiera pasado al olvido de no ser por lo que ocurrió por la noche ¿Que qué ocurrió por la noche? Nada que, en sí mismo, desvelara el intríngulis de la propia conversación, pero que, con toda seguridad, era su gratificante resultado. Eso lo podría hasta jurar, pero no lo voy a hacer porque, como Borges dejó escrito, todo juramento es un énfasis.

Recuerdo que, como ya iba siendo costumbre en aquellos últimos días, estábamos cenando en la incomodidad de un picajoso silencio cuando mi abuelo, ante la sorpresa de todos, se dirigió a la parroquia con estas reveladoras palabras:

-Bien, querida familia, parece ser que el huésped ya ha salido de cuentas.

-En efecto, en efecto –se apresuró a decir el intruso- En el tiempo vivido con vosotros, que no es poco sin duda, he estado haciendo mis cálculos. Hasta ahora, los astros me lo habían puesto difícil, pues se daba un lamentable desajuste en su natural conjunción. Pero hoy han ido a su sitio, finalmente, y su mensaje es rotundo:”Ite, missa est”. Sobre esta base, y ayudado por los signos de la Biblia, de la que soy humilde hermeneuta, he formado el engrudo con el que he rehecho mis cábalas. Según éstas, la lógica es absurda hasta el punto en que tan pronto nos niega como nos bendice. Los hechos ocurridos esta tarde no sólo han destruido mi savia genealógica, sino que me han dejado en la duda de mi real existencia. La conclusión, a todas luces confusa, reza más o menos así: “Mil y mil ciento veinte; diecinueve y tres, quince; el que debe nueve y paga diez, queda a deber once”

Mis padres intercambiaron con los ojos una común extrañeza, pero no dijeron nada porque vieron que mi abuelo reía. A la mañana siguiente, cuando el sol desplegaba sus rayos, despedimos al intruso con la misma hospitalidad con la que un día fue recibido, pero con mucho más alborozo. Especialmente por parte de mi padre que, con un gesto jovial, le tendió una mano ancha y endurecida donde el intruso depositó confiadamente la suya. Luego se dio cuenta -y sigo refiriéndome al intruso-, de que en realidad había metido la pata. Pero ya era tarde: mi padre rebatía su confusa conclusión, con un estremecimiento de huesos:

-El que debe nueve y paga diez –aseguró, mientras le apretaba con fuerza- no sólo queda saldado, sino que se hace acreedor de una elocuente propina ¿No es verdad, amigo? Dicho de otro modo:
“Si prieto me debe una deuda
si yo se la debo a Prieto,
si Prieto me aprieta a mí,
yo le aprieto a Prieto.”

-Comprendo, señor –sollozó el pobre hombre con una voz suplicante- Si un día vuelvo por estos pagos, cosa que jamás ocurrirá, tendré mucho gusto de no pararme en visitas.

Mariano Estrada, http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com/