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domingo, 1 de abril de 2012

Admíteme en el cáliz



Rosa en los alrededores del Trestellador, Benimantell, Alicante, año 2009


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A la vista de los años que tengo, que no son mancos ni pocos, un día me dijo un amigo: “querido Mariano, no entiendo cómo no te ha abandonado aún la poesía”. Pero la realidad es mucho más grave, ya que no sólo no me ha abandonado, sino que insiste en seguir pegada a las rocallas de mi alma, desde las cuales me fortalece, me espolea, me revoluciona, me insemina, me contamina…
Mariano Estrada

Admíteme en el cáliz


Admíteme en el cáliz
                  donde tú te proteges de la noche,
porque estoy perdido
                      ¡Perdido!

Hay paredes vivas que se desploman,
hay apariciones que me persiguen,
alimañas, gatos, murciélagos umbrosos,
punzones recortados en lamento agudo de perros,
                              llorando quizás una desgracia.
Lamentos prolongados, tristes,
que cortan en bisel mi soledad más honda.

Lances de terror, tiemblos de carne,
memoria lacerada por los filos noctámbulos del vidrio,
una sábana blanca, un ataúd, un toro de sombra,
una vela encendida,
los alares bajos de un nicho
                              por donde asoma la muerte.

Nada ocurre, nada.
Solo el aire zumba.
Pero yo estoy muerto de miedo.

Ábreme ese cáliz venturoso
donde la noche transcurre sin pesadillas,
donde tú recibes el alba con los ojos cerrados
hasta que un hálito adulto te desdobla
después de asegurarte que se han ido los muertos.

Del libro “Azumbres de la noche”

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios




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