Buscar este blog

domingo, 10 de junio de 2012

El carro



Carro típico de Sanabria-La Carballeda (Zamora). Foto Fernando Medrano

El carro

Queridos amigos: hasta hace unos años, pero no muchos más de la mitad de los que yo tengo ahora, en cada casa de Muelas de los Caballeros había un carro como el que aparece en la foto. A día de hoy, para ver uno de ellos hay que recurrir a Fernando Medrano, que vive en Benidorm, cerca de la casa de Manolo Escobar... ¿Será Manolo Escobar el que se ha llevado todos los carros de Muelas, como un día se llevó el corazón de algunos de sus habitantes?


A mi padre, por ejemplo, le gustaba Manolo Escobar, no por el carro, naturalmente, ni tampoco por las rosas de su cortijo, sino porque le daba la impresión de que cantaba sin excesivos esfuerzos: vamos, que “no se cansaba”, para decirlo de la forma en que él lo diría. En el otro platillo de la balanza, podíamos poner a Dyango, del que algunos dicen que canta como si estuviera estreñido. Dicho sea con todos los respetos del mundo porque la verdad es que Dyango canta muy bien. Me refiero sólo a ese modo suyo de empujar hacia el viento la música.

Lo de mi hermano, que se llamaba Lisardo Estrada, era mucho más grave. Para él no había otro cantante en el mundo. Ni en el mundo había dinero para comprar los quereres ni para hacerle cambiar de opinión. Decías Manolo y los ojos se le volvían castañuelas. Decías Escobar y el aire se poblaba de murmullos y de canciones. Yo creo que hasta doblaban su rama los limoneros, y eso que, en Muelas, donde los árboles abundan, limoneros no había ninguno.

Pero volviendo a los carros, por culpa de uno de ellos, pasé yo el miedo más grande que pueda pasar un niño en la vida. Atravesado en una pequeña ladera o pendiente de la cantera del Llojadal, donde había sido aparcado para cargar unas losas de pizarra, al tirar de él las vacas para devolverlo al camino, empezó a hundirse ostensiblemente una rueda, la cual se asentaba sobre cascotes. Al fondo había un precipicio al que parecía abocado sin remisión. Y si el carro se iba, detrás se iban las vacas. Pero a mi padre, consciente de la gravedad, no se le ocurrió otra cosa que ponerse a empujar con el hombro, justamente por donde el carro vencía. O sea, que podía haberse ido él también, como a mí se me iba en temblores el corazón.

Finalmente, cuando el carro pudo salir del atolladero, los ojos se me ahogaron en un proceloso río de lágrimas. Y esto no es una metáfora hueca ¿Tendré que decir que yo quería mucho a mi padre? Son muchos los años transcurridos desde el incidente, pero el recuerdo me sigue produciendo escalofríos. Naturalmente que quería mucho a mi padre.



Posdata: curiosidades:

1.-

-El carro también se llamaba "La carreta"
-La tabla blanca donde iba la matrícula se llamaba "tablilla". Los números y las letras se escribían a pulso. O sea a mano.
-Los laterales se llaman "costanas"
Otras partes del carro: buje, eje, rueda, radios, llanta, bracera... 

2.-

Para dejar el carro en posición horizontal (cuando está parado), se utiliza un palo cilíndrico que va sujeto debajo de la bracera. Se llama tentemozo.
La estructura sobre la que se arma el carro es una viga de roble que se abre en horquilla, como un tirachinas. La pieza entera se llama ICESA en algunos lugares. La parte delantera, que es a la que se sujetan las vacas, se llama bracera.
La parte redonda de la rueda, sobre la que se apoya la llanta, está formada por unas piezas de madera en semiarco que se llaman PINAZAS.

3.-

Para que las ruedas no se salgan, hay una pieza de hierro que atraviesa el eje perpendicularmente. Se llama PINA
La parte central de la rueda se llama CUBO
La parte donde se pone la carga se llama MESETA (En algunos sitios la llaman desojao)
Los refuerzos de las costanas se llaman TRAVIESAS.

En fin, creo que se puede montar en el carro sin saber estas cosas. Lo que sí conviene saber, sin embargo, es que todos los golpes que se dé el carro contra las piedras van a repertutir en tu culo, si es que vas sentado. 



Posdata segunda:

Por caminos como aquellos, llenos de geijos y de guijas, los vaivenes del carro dejaban poco margen a la placidez. para los que en él iban subidos. No obstante, os invito a revivir un momento en el que mis padres y yo viajábamos felizmente en el confortable carro de la familia, que ahora está desarmado en una de las cuadras de la casa: la que antes ocuparon las vacas.

El carro en el que viajaban emitía unas sonatas de alta pedrería de granito y regios golpes de tango, que en las cuestas arriba era un tango de lentitud, parsimonioso y eterno. El cielo era azul y contrastaba con los colores melosos del otoño: robles ocres, castaños y chopos amarillos... La temperatura era suave, casi veraniega, y la tarde se inclinaba hacia un ocaso de sombra venturosa. En aquellos momentos, la idea de que se pudiera ser más feliz, a Isidro no le hubiera cabido en la cabeza. Sus padres hablaban y reían, él oía y callaba, sentía y se empapaba. Nada más. El carro prolongaba su concierto de ejes contra bujes, de quejumbres extraídas a las maderas, de llantas que se batían machacona y tenazmente con los morrillos. El amor tenía el tamaño de los árboles, de los montes, de las amplias lontananzas que abarcaban la imaginación y los ojos.
Un abrazo
Mariano Estrada. Paisajes Literarios

No hay comentarios:

Publicar un comentario