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sábado, 19 de diciembre de 2015

Elecciones generales, 2015. Día de reflexión




Playa L'Esparrelló, Villajoyosa. Foto M. Estrada

Elecciones generales, 2015. Día de reflexión

El día 27 de mayo del año 2007, domingo por más señas, se celebraron elecciones municipales en España. Es obvio que la crisis llevaba un tiempo acechándonos, pero aún no había caído sobre nosotros con su aplastante brutalidad, cosa que haría –salvo para el presidente del Gobierno y los representantes de los sindicatos mayoritarios- en los primeros meses del año 2008. O sea que, ignorantes de las futuras explosiones de las burbujas inmobiliaria y financiera, vivíamos felices en medio de la grasa acumulada, que era gruesa y mucha. Tanta que teníamos anquilosado el espíritu.
     Dos días antes, es decir, el 25 de mayo del mismo año, yo había publicado un artículo titulado “Reflexión sobre el voto” que, bajo una apariencia de seriedad, escondía una clamorosa ironía, ya que no un sarcasmo refocilante.  
     La cosa era así:
     En compañía de una perra preciosa, llamada Noah, había bajado a la playa de L’Esparrelló, que es nudista y está justo enfrente de mi casa, con el declarado objetivo de reflexionar sobre el voto. Arrimados a las rocallas, había dos tórtolos enternecedores que, ajenos a toda reflexión, satisfacían las urgentes necesidades amorosas de sus cuerpos.  De este modo, con un ojo en la perra, otro en las actividades de los enamorados  y un tercero en la lontananza del mar, comenzó mi sesuda reflexión sobre el voto, que quedó recogida así en el siguiente párrafo del artículo:

Finalmente, los tórtolos se fueron de su nido y yo, extrañado de tanta soledad, me senté en una pequeña restinga mientras la Noah husmeaba por los derrumbaderos. Yo intuía que allí, en la intimidad de esa playa recoleta, bajo el vuelo persistente de las gaviotas, frente a un mar casi eterno, estaba la orientación de mi voto. De modo que extraje las antenas de la percepción y me dispuse a captarlo, aunque las ondas lo dictaran en morse. Una brisa leve, que daba sobre las negras guedejas de la Noah, me indicaba que había corrientes marinas. Y, en efecto, mi mente registraba interferencias y dudas. Normal, ayer era jueves y la reflexión es el sábado. Hasta entonces, los candidatos no dejan de agitar el repetidor, de agitar el repetidor, de agitar repetidor.... Claro, me dije, ¿cómo puede hacerse uno una opinión antes de tener todos los datos? Los indecisos existen porque aún no se han completado las repeticiones. Hay que ir a los mítines hasta que alguien te machaque las entendederas. ¿Cómo se te ocurre que la orientación de tu voto puede estar en el mar, saliendo de una alfombra de posidonias?

Hasta aquí, todo era normal. Lo extraordinario llegó de la forma más inesperada y más tonta que uno se pueda imaginar:
     Y es que alguien, superándome en sarcasmo  y en ironía, me envió un correo electrónico después de leer el artículo: “Oiga, ¿y hay que estar todo el día reflexionando?”. Naturalmente, a mí me hizo  mucha gracia y le dejé el siguiente comentario en el blog:

Por supuesto, amigo, y a ser posible en postura genuflexa y reverencial, con comidas frugales y abstenido de las prácticas de alcohol, drogas y sexo. Pensando en el bien común, en el amor al prójimo, en el arrepentimiento de los votos pasados, como necesaria purgación de las corrupciones cometidas. Además, si te reconoces pecador de la pradera, tendrás que repartir entre el vecindario una penitencia de mil quinientos euros, sin dejarle comisión al presidente. No te estará permitido desearle al adversario político un batacazo electoral. Más aún, si alguno de tus principales adversarios comparte contigo la escalera, deberás invitarle a tu casa para que se siente a tu mesa y coma directamente de tu plato. Ya sabes que, aunque moderadamente, debes tomar al menos un caldo de gallina blanca que te recuerde lo mal que lo pasan los gordos cuando se someten a un rígida dieta.
     ¡Ah!. Y sería conveniente que, además del espíritu, te acercaras a las urnas con total limpieza de cuerpo. No estaría de más, por tanto, que te hicieras una lavativa y fueras a votar en ayunas.
     Y, por último, te recomiendo encarecidamente que votes llanamente al enemigo, ya que esta es la única forma eficiente de curar el odio. Come tu propia bilis en beneficio de tu futura paz, pues la paz es siempre reconfortante.


Ya en tiempo presente, me he dado cuenta de que las cosas han cambiado bastante desde entontes: la Noah murió, de los tórtolos nada he vuelto a saber, la crisis se presentó  con virulencia cancerígena y se ha convertido en metástasis, surgió el venturoso 15M, los sindicatos no han cambiado de líderes, el PP barrió al PSOE en diciembre del 2011, se prolongaron incesantemente los recortes, siguió subiendo el paro, se aprobó la reforma laboral, bajaron los sueldos, se extendió por toda España el rosario de las corrupciones, se estableció en la sociedad el desaliento y la angustia, surgieron los escraches y las mareas, nacieron los partidos emergentes… Por último, y entre otras muchas cosas, los mítines al uso se han sustituido en gran medida por los debates en las televisiones…
     Y aquí estamos hoy, reflexionando nuevamente sobre el voto. Eso sí, se ha ampliado la gama de los colores. Antes, y al margen de los nacionalismos, todo era rojo o azul. Ahora puede ser también naranja o morado. La policromía es un bien, la variedad es siempre una riqueza. Nuestro voto será una irisación caleidoscópica que hará florecer el Parlamento, donde habrá otros muchos colores; entre ellos los nacionalistas que, por lo que dicen las encuestas, brillarán con una trascendencia menor, ya que antes, a cambio de cesiones y concesiones, solían apuntalar la gobernabilidad del Estado, mientras que ahora  los emergentes los han convertido en declinantes. Quid pro quo. Claro que algunos de ellos ya se habían encargado de ahuecar el ala, volar alto, quitarse los disfraces e intentar poner el huevo en la tierra de promisión, que está en los confines de la felicidad y tiene unos estandartes de ensueño y de república. Los dioses sean profusamente loados.
     Y nada más, amigos. Vamos a depositar nuestro voto en las urnas tras darle en el cerebro el reflexivo color del interés. Como ha sido siempre. El resultado puede ser variopinto, pero eso es lo que tienen que administrar los políticos. Para eso se presentan, para eso están, para eso les pagamos. Por la cuenta que nos trae, debemos desearles suerte. Feliz voto a todos. Y atadas.

Mariano Estrada, 19-12-2015

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