Rosa, 1990
Un desfile en el Montiboli, con estilo y con
elegancia
Desfile * Muchas veces
me has dicho que ya desde pequeña querías ser modelo. Y está claro que no te faltaban hechuras. Al
contrario, tenías unas hechuras magníficas. Tal vez te faltaban tres o cuatro
centímetros, aunque no sé si eso hubiera sido un impedimento para ejercer tan
delicada profesión. Cuando tenías 26 años te propusieron participar en un
desfile en el hotel Montiboli, de Villajoyosa, lo que hiciste con muchísimo
gusto. Y también con muchísimo éxito. A mí me decían después que se me caía la
baba mirándote, cosa que no voy a negar. Afortunadamente, han quedado unas
preciosas fotografías para que pueda entenderse que a cualquiera en mi lugar se
le hubiera caído. Han pasado más de treinta años, pero en las fotos se percibe
claramente que las pasarelas se te hubieran dado muy bien. Sin embargo,
tú sabes de sobra que la vida no suele complacernos en todo. Y en este
caso, ¿cómo te había de complacer si tus empujones laborales no iban precisamente en esa dirección ni en
ese sentido? Aún sigues diciendo que te hubiera gustado ser modelo, pero,
claro, también dices a veces que no sabes si vas a dejar de fumar y llevas 28
años sin hacerlo. Recuerda que lo dejamos el mismo día. Era un 9 de octubre.
Habíamos ido a Orxeta, a comer con unos amigos.
Rosa, 1990
Estilo * El negro le sentaba bien a tu piel, a tu pelo,
a tu cara, a la excelsa esbeltez de tu figura. Pero también le iba bien a mis
ojos que, subyugados, admiraban ese estilo sencillo y elegante que solo puede
ser emulado por los juncos, los flamencos y las libélulas. Yo tengo en el
santuario de la memoria algunas de tus más bellas imágenes, tal vez la mejor
sea la de un álamo negro agitado por la brisa del mar.
Elegancia * Mientras tú te dirigías al lavabo, un amigo me
dijo entre admiraciones elocuentes: “¡qué elegante es Rosa!”. Yo le dije que
sí, naturalmente. ¿Cómo negar esa evidencia? Fue en la cafetería Miami, de
Villajoyosa, en 1975. Treinta y cuatro años después, en la cafetería Brisa,
aprovechando otra ausencia de lavabo, una pareja de amigos incidió así en el
elogio: “Lo que más me gusta de Rosa es la elegancia”. –dijo él-. “Completamente de acuerdo” –apostilló ella-.
Yo asentí con gusto y añadí: “Lo mejor
de todo es que en su porte no hay ninguna impostura”. Y es que, lo miremos como
lo miremos, en la vida hay ciertas cosas que no se pueden comprar. La elegancia
es una de ellas. Tú la recibiste en un lote, con la bondad, la honestidad y la
belleza. Y todo lo que te dieron en agraz, a mí me llegó un día maduro,
obsecuente y sazonado. Así subí al olimpo de los elegidos.
Rosa, 1990
Mariano Estrada, del libro Rosa entre las rosas: cuarenta
años de amor (2014)
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